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Muchos piensan que el mandato de no consumir sangre es una regla ceremonial exclusiva del Antiguo Testamento, dada al pueblo de Israel. Sin embargo, un vistazo cuidadoso a Génesis 9 nos revela que este mandato fue entregado por Dios a Noé y a toda su familia, es decir, a toda la humanidad.
En este artículo reflexiono sobre el origen, el significado y la vigencia de este mandato desde una perspectiva creacionista y cristocéntrica, argumentando que la prohibición de comer sangre es universal y sigue siendo relevante hoy.